En aquella época Kim tenía solo 9 años. Aquella fotografía que conmovió al mundo muestra a Kim desnuda, huyendo mientras gritaba aterrada por el bombardeo en Vietnam, en una carretera gris, frente a soldados sin expresión. Detrás de ella se observa una enorme nube de humo, resultado de los bombardeos.

"Esas bombas me provocaron un dolor inconmensurable. Y aún así, al recordar las últimas cinco décadas, percibo que aquellas bombas que me trajeron tanto sufrimiento también me trajeron una gran cura. Esas bombas me llevaron a Cristo", relata Kim.

Desde muy pequeña la instruyeron en la religión caodaista. Ella cuenta que buscaba ayuda en el Cao Dai, pero cada día se sentía más frustrada e infeliz. "El fuego ardiente quemando mi piel, la sequedad, la picazón y la incapacidad de sudar transformaron mi carne en un horno. Yo ansiaba sentir alivio pero este nunca venía. Sin embargo, el dolor más angustioso que padecí residía en mi corazón".

A los 19 años, pasaba mucho tiempo en la biblioteca leyendo y encontró una Biblia. Fue allí que Kim empezó a creer en Jesucristo y en el evangelio. Le pidió a Dios que la ayude y que la perdone de sus pecados. Kim comenzó a orar frecuentemente, aprendió a perdonar a todos los que la lastimaron y recibió la paz que solo Dios da.

"Tenía tanto odio en mi corazón, tanta amargura. Ya no quería sentir más dolor. Quería perseguir la vida. Yo necesitaba a Cristo”, explica Kim. Ahora con 55 años, está muy agradecida con Dios y entiende que la guerra y las lágrimas la llevaron a Cristo, y que Él le dio un regalo muy valioso: la salvación de su alma.